Publicada el 13-05-2016 en Milenio Sección Firmas
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Los medios de comunicación necesitan una elección competida para atraer audiencias que, de otra forma, perderían interés si se observa que, desde ahora, Clinton venciera fácilmente al magnate neoyorquino.
Aunque Donald Trump no es aún oficialmente el candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, en México algunos medios de comunicación y «líderes de opinión» lo anuncian como un hecho. A pesar de que a Trump le faltan más delegados que a Hillary Clinton para alcanzar la mayoría que exigen las reglas internas para obtener la nominación en las convenciones partidistas, la conmoción que ha generado Trump ha sido tan fuerte que aquellos que repiten que será el candidato consideran que su triunfo sería el fin de la relación bilateral México-EU como la conocemos.
Surfeando la ola de la cobertura de la candidatura de Donald Trump, algunos opinadores y funcionarios «fantasma», impulsando sus propias agendas, repiten que Donald Trump será presidente de Estados Unidos y México la víctima principal. La onda expansiva de la profecía ha alcanzado a diversos actores políticos, lo que ha magnificado la discusión en los medios de comunicación, pero ha pasado por alto la evidencia que, al día de hoy, demuestra lo contrario.
A 100 días de iniciadas las elecciones primarias, desde el 1 de febrero (en que se llevaron a cabo los caucus en Iowa), y hasta el 10 de mayo, a pesar de que la cobertura mediática favorece ampliamente a Donald Trump, las encuestas muestran que Hillary Clinton lo vencería por amplio margen si ambos compitieran en la elección general de noviembre. Tal parece que a más Trump, más Hillary.
Es innegable que, durante las elecciones internas de demócratas y republicanos, Donald Trump ha dominado el contenido noticioso de los medios de comunicación. Desde que anunció su candidatura en junio de 2015, el magnate neoyorquino ha recibido 57 por ciento del total de las menciones de los candidatos republicanos en programas de televisión a escala nacional* (el más cercano a Trump es Ted Cruz, con 8.3 por ciento). Trump ha manipulado la discusión a través de declaraciones falsas y polémicas, incluyendo la construcción de un muro en la frontera con México, lo que se ha vuelto noticia cotidianamente. La cobertura noticiosa gratuita lo posicionó entre el electorado republicano (pues no ha ocupado un puesto de elección popular y no pertenece a la élite del partido) consolidando su ventaja en las encuestas e intimidando así a sus contrincantes en los debates**.
No obstante, los votantes en las elecciones internas son el fragmento partidista del electorado general, por lo que la cobertura de Trump, favorable entre los republicanos, no causa el mismo efecto en el resto. Así, conforme han aumentado las menciones de Trump en los medios, la intención de voto por Hillary Clinton se ha incrementado en encuestas que los consideran como los candidatos de sus partidos a la presidencia, como muestra la gráfica.
Las propuestas y argumentos del discurso del aspirante republicano han sido dirigidas a, y respaldadas por, un sector específico dentro del Partido Republicano, que equivale a un porcentaje de voto de alrededor de 40 por ciento (tres de cada cinco republicanos no han votado por él). Incluso en las recientes elecciones en Nebraska y Virginia del Oeste, en las que compitió como candidato único, obtuvo 61 y 77 por ciento, respectivamente (nada espectacular dado que es el único candidato).
Decir que Donald Trump aún no es candidato aunque sea el único del Partido Republicano que se mantiene en la competencia no es la referencia a un trámite incompleto. Al momento, el liderazgo del partido todavía no acepta que Trump sea su candidato. Una muestra es que los únicos presidentes republicanos vivos, ambos Bush, han anunciado que no asistirán a la convención, como desaire a la candidatura de Trump. No debemos olvidar que el Partido Republicano definirá las reglas de su convención, su plataforma y la nominación de sus candidatos a presidente y vicepresidente hasta julio, en Cleveland, Ohio.
Los medios de comunicación necesitan una elección competida para atraer audiencias que, de otra forma, perderían interés si se observa que, desde ahora, Clinton venciera fácilmente a Trump. Al momento que Hillary Clinton obtenga el número de delegados necesarios para ser nominada en la convención (pues a diferencia de Trump ella sí cuenta con el apoyo de la élite del Partido Demócrata), la discusión se podría orientar hacia los negativos de Clinton más que hacia los de Trump con tal de equilibrar, artificialmente, la contienda. Las últimas cinco elecciones presidenciales han sido más competidas, a estas alturas, que lo que se presenta entre Clinton y Trump.
Aun así, la contienda entre Hillary Clinton y Donald Trump es la más esperada por la opinión pública. Las campañas negativas, las encuestas frecuentes, los tres debates oficiales y los convocados por las cadenas de noticias y, sobre todo, los programas de entretenimiento y parodia generarán el material suficiente como para mantener a las audiencias interesadas en la política atentas a la evolución de las campañas, y para atraer a las tradicionalmente alejadas de la política.
El gobierno mexicano puede aprovechar la oportunidad de la discusión de México en EU dadas las campañas a la presidencia y, con ello, colocar temas en la agenda bilateral. No obstante, si el discurso oficial se justifica proyectando a la opinión pública que Trump es un peligro para México, no solo habrá sucumbido ante las profecías de quienes tienen sus propias agendas, sino que además fracasará en su intento de mostrar fuerte a México en el entorno internacional, puesto que solo estaría respondiendo las declaraciones de quien tiene bajas probabilidades de convertirse en presidente de EU.