Publicado en Revista Códice Informativo Febrero 2016 Sección Internacional
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La amplia victoria de Donald Trump en las elecciones primarias de New Hampshire (a diferencia de su ‘inesperada’ derrota la semana previa en los caucus de Iowa), en la que aventajó al segundo lugar por casi 20 puntos porcentuales, ha reactivado en México el morbo de algunos, y el schadenfreude de otros, por verlo competir como el candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos.
Lo cierto es que la apuesta del billonario Trump ha sido ampliamente destacada en los medios de comunicación en Estados Unidos, pero magnificada en exceso en los medios de comunicación mexicanos.
¿Qué pasaría si Donald Trump llega a ser presidente? ¿Puede ser Hillary Clinton la primera presidenta?
Antes de especular sobre quién será la o el futuro mandatario estadounidense, es necesario conocer a detalle el proceso y dinámica de las elecciones internas o primarias que llevan a cabo los partidos políticos, Demócrata y Republicano, y estar al pendiente de la información que se genera cotidianamente.
Seguir de cerca las primarias entre febrero y junio de 2016 resultará interesante para los más especializados y, para la opinión pública en general, podría ser didáctico y hasta divertido. Más aún, ajustará las expectativas de quienes opinan solo por llamar la atención subiéndose a la ola del conflicto, producto mediático por excelencia.
Las elecciones primarias se llevan a cabo en todos los estados y territorios de la Unión Americana, en un calendario que arrancó en Iowa el 1 de febrero y termina en Washington, D.C. el 14 de junio.
Los electores registrados en los partidos políticos participan en las contiendas internas por definir a su candidato a la Presidencia en una de dos modalidades: Caucus (elección después de una deliberación) y primaria (votación en papeleta), pudiendo ser cerradas (sólo los electores registrados en su partido político pueden votar), abiertas (cualquier elector puede votar sólo una vez por cualquier partido político) o mixtas (semi-abiertas o semi-cerradas en las que los electores, registrados o no, pueden votar por cualquier partido político).
El objetivo de los candidatos es sumar el mayor número posible de delegados que cada elección primaria o caucus estatales aporta a la convención nacional en proporción a los votos obtenidos.
Quien obtenga la mayoría absoluta de delegados obtendrá la nominación del partido político en una convención que se lleva a cabo en julio, en la que también se define la plataforma del partido político.
Usualmente el candidato presidencial de cada partido político se conoce previo a su nominación en la convención, ya que semanas antes obtiene el número necesario de delegados para vencer a cualquiera de sus oponentes.
La dinámica de las elecciones estatales sucesivas genera, al menos, tres consecuencias que obligan a los candidatos, a los medios de comunicación y al electorado a ajustar continuamente sus expectativas.
Los candidatos son competitivos en cada elección estatal, y viables para la elección general, principalmente en función de sus resultados previos. El resultado de cada una de las elecciones estatales define no sólo el número de delegados obtenidos, sino, principalmente, la posibilidad de atraer recursos para mantener viva su campaña.
Candidatos exitosos son viables, por lo que obtendrán más recursos y seguirán compitiendo, lo que reforzará su percepción de viabilidad. Por el contrario, candidatos perdedores dejarán de recibir recursos, lo que los obligará a dejar la contienda pronto.
Contrario a lo que se observa en México, los recursos de la campaña se utilizan principalmente para comprar espacio de transmisión de spots en televisión, que se segmentan a las audiencias de cada uno de los estados.
Después de la primera elección en Iowa, un candidato Demócrata y tres Republicanos dejaron la contienda debido a su mal resultado, mientras que algunos candidatos que se mantienen viables son el Republicano Marco Rubio o el Demócrata Bernie Sanders, cuyos resultados en las primeras dos elecciones les han redituado en recursos, por lo que permanecerán en la contienda por varias semanas más.
Independientemente de los resultados que obtenga, Donald Trump puede permanecer más semanas que cualquiera, puesto que desde el inicio señaló que tendría los recursos necesarios para dejar atrás a sus contendientes, sin que ello le garantice la nominación de su partido.
Por su parte, Hillary Clinton es la candidata que más dinero ha recaudado (alrededor de $163.5 millones de dólares), lo que la presenta como la más viable de su partido y demuestra que tiene el respaldo suficiente para mantenerse en la contienda.
Los medios de comunicación destacan la viabilidad de los candidatos sobredimensionando a los ganadores y minimizando a los perdedores. Las historias de las noticias giran alrededor de los candidatos que superan las expectativas y desfavorecen las de aquellos que no logran igualar su porcentaje de voto con el mostrado en las encuestas previas.
Más aún, los medios de comunicación realzan el conflicto (inherente a la competencia de las campañas políticas) con la convocatoria y realización de debates entre los candidatos, invitando sólo a aquellos que cumplen con cierto umbral de preferencia en las encuestas.
Las cadenas que han organizado los debates se han dado el lujo de hacer dos sesiones consecutivas de debates entre los Republicanos, la primera entre los últimos lugares, y ‘la VIP’, entre los candidatos que van al frente en las encuestas. Sobra decir que de los candidatos que participaron en los debates ‘teloneros’ han salido ya de la competencia, quedando los candidatos que, desde el inicio, fueron invitados a los debates ‘estelares’.
La celebridad televisiva de Donald Trump le da la ventaja sobre sus contendientes de ser noticia cada semana, sin garantizar que sus seguidores, incluso los que asistan a sus mítines, vayan a votar. Otros competidores no cuentan con la misma aura que Trump; Ted Cruz, senador de Texas, fue la historia favorita de los medios de comunicación luego de que ganara Iowa hasta que Trump ganó New Hampshire y John Kasich, gobernador de Ohio y quien ahora es la historia favorita de los medios de comunicación, quedó en segundo lugar.
Marco Rubio, senador de Florida, tuvo un inesperado tercer lugar en Iowa, pero el interés de los medios se diluyó cuando quedó lejos de los tres primeros lugares en New Hampshire. Rubio incluso pidió disculpas a sus seguidores en un mensaje televisivo con la esperanza de mostrar que cometió un error, pero que sigue siendo viable.
Los electores castigan o premian con su voto las propuestas, los mensajes y las decisiones estratégicas de los candidatos. Las expectativas de todos los actores del proceso (votantes, candidatos, medios de comunicación) se ajustan a la nueva información generada por los contendientes y difundida por los medios de comunicación.
Así, los candidatos que obtienen triunfos al principio de la contienda generan un impulso positivo o momentum, tal como si entraran a un círculo virtuoso de noticias favorablesingresos extra-apoyo electoral-noticias favorables, que buscan mantener vigente el tiempo necesario para dejar atrás a los demás competidores.
El momentum de los candidatos puede durar tanto como la elección completa (si entran en una racha ganadora), o tan poco como un ciclo noticioso de 24 horas (si alguna acción o declaración demerita sus logros). Los electores son los responsables de poner a prueba las campañas, primero mediante las encuestas y posteriormente con los resultados electorales.
Más de 70 años de estudios electorales en Estados Unidos, generados a partir de la necesidad de ajustar las campañas para usar eficientemente los recursos, permiten a los estrategas de campaña perfilar el comportamiento de los votantes para, en el peor de los casos, reforzar sus preferencias y, en el mejor, modificarlas a favor de sus candidatos.
Donald Trump perdió en Iowa porque el electorado (62 por ciento de raza blanca, 77 por ciento protestantes-la mitad de ellos evangélicos) prefirió a Ted Cruz, hijo de un Pastor evangélico. Será difícil que Bernie Sanders repita una victoria sobre Hillary Clinton como la de New Hampshire (62 por ciento de raza blanca) en estados donde la mezcla racial contiene altos porcentajes de hispanos, latinos y afroamericanos y que aportan un alto número de delegados a la convención, entre estos California, Florida o Texas.
Las campañas electorales son una mezcla de estrategia de comunicación y posicionamiento, con el uso adecuado de protocolos de manejo de crisis y control de daños. En las elecciones primarias de Estados Unidos, los candidatos y sus equipos de campaña están obligados a ajustar, permanentemente, sus estrategias en función de victorias, derrotas, aciertos y errores. Los medios de comunicación son más activos que nunca en contar historias y opinar (algunos en tomar partido) sobre lo que a su juicio es noticia.
Los electores, especialmente los menos cercanos a la política, que siempre son una amplia mayoría, obtienen información como nunca con respecto a cuál debe ser el futuro de la sociedad, qué está en juego y quién puede resolver los problemas que les aquejan.
El análisis de las elecciones, como cualquier otro fenómeno social, es multifactorial. Quienes predicen los resultados futuros con base en una sola variable («…perdió por no ir al debate» o «…ganó por ése spot negativo») no ponen sus argumentos a competir con otros que pudieran ser explicaciones acertadas o, al menos, más robustas, de acuerdo con lo que varias décadas de investigación han demostrado.
Son también aquellos que predicen el futuro con base en una sola causa los que insisten en que la victoria de Donald Trump es inevitable. Afortunadamente, tendremos varias semanas para observar en tiempo real un proceso que revele, una y otra vez, diversas causas y consecuencias del comportamiento de los actores en las elecciones primarias de Estados Unidos.